miércoles, 14 de octubre de 2015

Historia de un hogar: El implicado

Antes de comprarnos el piso, lo poco que yo conocía de este mundo era por lo que había visto a mi alrededor. Es decir, la mayoría de las parejas (mis padres, mi familia, mis amigos) dividían la tarea en dos partes: ella es la que buscaba y más o menos decidía la decoración del piso y él, afablemente, asentía a todo, bien porque le daba igual o bien porque estaba realmente conforme a lo que ella decía.

En mi caso, para empezar, no me tocó un hombre pasota... yo lo defino como "El implicado", porque toma parte en todo y de todo tiene su propia idea. Esto es genial, estaréis pensando!! Ojalá mi marido me hubiera ayudado a mi con el piso!! Pues si, mujeres del mundo, no os quito yo razón en que nada nos viene bien a veces de nuestras parejas y que más vale que se implique a que no lo haga... no digo yo que no.


El problema es que, en nuestra pareja, también se da otra circunstancia. Yo soy "la rara": a mi la decoración me gusta menos que ir a comprar ropa, soy mucho más práctica y mi objetivo es el orden, no salir en un reportaje del Hola mostrando mi casa... No me interesa invertir excesivo dinero en cosas que mis futuros hijos pueden destrozarme (empiezo a pensar como mi madre y me da mucho miedete).

A esta mezcla explosiva nos falta añadirle que de cabeza vamos los dos bien despachados... no hay quien me haga a mi ceder, y no hay quien le quite a él una idea de la cabeza. Es por esto que la búsqueda de mobiliario ha sido un camino largo y duro.

Yo tenía una idea de muebles mucho más clásica y funcional, y el Pequeño era más de cosas modernas y diáfanas... y como aún así, ninguno de los dos teníamos ni p idea de lo que costaba una simple mesa, decidimos ir de visita a ikea. Sólo a mirar, pues no teníamos ni piso por aquel entonces... simplemente a ver si éramos capaces de ver algo que nos encajara a ambos (aleluya!!) y por tener una idea de cómo está la vida para calcular cuanto podíamos comprar con nuestro presupuesto.

El paseíto en Ikea duró todo el día... desde las 11 que llegamos hasta las 9 que nos fuimos... una matanza, a mí que no me gusta ver muebles!! Porque fue productivo y llegamos a un acuerdo... aún había esperanza!! Confieso que hubo un día que viendo muebles por distintas tiendas llegué a decirle que uno elegía el salón y el otro el dormitorio, que estaba ya cansada de ver cosas y no ponernos de acuerdo... pero por suerte, los astros se alinearon y empezamos a coordinarnos.

Han pasado varios meses y ya tenemos la mayor parte de los muebles montada. Seguimos peleando, porque él quiere un piso de estudiantes muy moderno y con todos los muebles abiertos... y yo quiero una casa de familia numerosa con todos los muebles cerrados para que no haya que limpiar ni se vea lo desordenado y podamos almacenar... Creo que en este aspecto jamás llegaremos a un consenso.

Lo bueno es que decidí, siguiendo el ejemplo de una amiga mía, que jamás originaría un conflicto importante por una lámpara o cualquier otra estupidez. Yo sería muy feliz con mis bombillas pelonas, con las ventanas sin cortinas y con un colchón en el suelo... pero si el señor necesita visillos de seda de la india para vivir feliz, mientras no tengamos que prostituirnos para pagarlo, yo encantada.

Aunque confieso que ahora que estoy de baja estoy preocupada... le hemos dejado el mando total y absoluto, y quizás cuando pueda volver al piso mi casa sea la de la Preysler, aaaaggghhh!!

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