Hoy en día parece que eso de celebrar los santos está un poco desfasado... qué tienes que celebrar, si tú no has hecho ningún mérito?? Ni tan siquiera eliges tu propio nombre...
En mi familia es diferente. No me preguntéis porqué, nunca lo he preguntado. El caso es que la tradición familiar hace que, de siempre, mi abuela y mis tías me dieran mejores regalos (y con los años, más money) por mi santo que por mi cumpleaños.
Además, yo tengo el handicap de que, como nací en Nochebuena (muy oportuna, sí), nunca he podido celebrar mi cumple con amigos como el resto de niños... así que mi madre lo pasaba a mi santo que, aunque muchos años ya no había clase, estaba lo suficientemente próximo a época escolar como para que vinieran casi todos mis compis.
Así pues, recuerdo casi mejor cada uno de mis santos que mis cumpleaños, pues los segundos quedan inmersos dentro del grupo de recuerdos de "Navidades", y nunca he sentido ese día como especialmente mío.
En cambio, mi santo sí que era mi día. Ya he comentado alguna vez lo chominosa que es mi madre para ciertas cosas... en mi santo se come lo que yo quiero (sí, ahora que tengo 27 tacos también) y recibo un montón de regalos (en mi familia tenemos un grave problema con esto, ya lo comentaremos otro día). Y por la noche, nos juntamos toda la familia a celebrarlo como celebramos nosotros todo lo bueno... comiendo.
Mi santo es una de esas cosas que de pequeños tienen mucha importancia para ti, pero que con el paso de los años cobran un sentido totalmente distinto.
Hoy es mi santo, y a estas horas lo único diferente del día han sido las felicitaciones de los cercanos (no todo el mundo sabe tu santo, por lo cual te hace casi el doble de ilusión aunque recibas la mitad de la mitad) y la tarta helada de postre. Sin embargo, estoy contenta, muy contenta, por esa cervecita que me voy a tomar con los míos en un rato.
Me voy corriendo a la ducha que no llego ;)
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